LA NEGACIÓN, SIGMUND FREUD
Por
Lic Moyano Agustín Danilo
El contenido e una imagen o un
pensamiento reprimidos pueden abrirse paso hasta la conciencia, bajo la
condición de ser negados. La negación es una forma de percatación de lo
reprimido; en realidad, supone ya un alzamiento de la represión, aunque no,
desde luego, una aceptación de lo reprimido. Vemos como la función intelectual
se separa en este punto del proceso afectivo.
Negar algo en nuestro juicio equivale, en
el fondo, a decir: “esto es algo que me gustaría reprimir”. El enjuiciamiento
es el sustitutivo intelectual de la represión, y su “no” un signo distintivo de
la misma.
La función del juicio a de tomar dos
decisiones: a) atribuir o negar a una cosa una cualidad. El yo primitivo regido
por el principio del placer quiere introyectarse todo lo bueno y expulsar de sí
todo lo malo, en el lenguaje de los impulsos instintivos orales más primitivos.
Lo malo, lo ajeno al yo y lo exterior son para él, en un principio, idénticos.
b) Conceder o negar a una imagen la existencia
en la realidad, o sea la existencia real de un objeto imaginado (test de
realidad). Es un interés del yo real definitivo, que se desarrolla partiendo
del yo inicial regido por el principio del placer. No se trata ya de si algo
percibido (un objeto) ha de ser o no acogido en el yo, sino de si algo
existente en el yo como imagen puede ser también vuelto a hallar en la
percepción (realidad). Todas las imágenes proceden de percepciones y son
repeticiones de las mismas. Así, pues, originalmente, la existencia de una
imagen es ya una garantía de la realidad de lo representado. Descubrimos como
condición del desarrollo del examen de la realidad, la pérdida de objetos que
un día procuraron una satisfacción real.
El juicio es el acto intelectual que
decide la elección de la acción motora, poniendo fin al aplazamiento. El
aplazamiento debido al pensamiento debe considerarse como un acto de prueba,
como un tanteo motor con pequeñas descargas psíquicas.
El juicio es la evolución adecuada del
proceso primitivo por el cual el yo incorporaba cosas en su interior o las
expulsaba fuera de si, de acuerdo al principio del placer. Su polarización
parece corresponder con la antítesis de los dos grupos de instintos: la
afirmación (como sustitutivo de la unión) pertenece al Eros; la negación (consecuencia
de la expulsión) pertenece al instinto de destrucción. La función del juicio se
hace posible por la creación del símbolo de la negación que permite al
pensamiento un primer grado de independencia de los resultados de la represión
y con ello también de la compulsión del principio del placer.
En análisis no hallamos ningún no
procedente de lo inconciente, el reconocimiento de lo inconciente por parte del
yo se manifiesta por medio de una fórmula negativa.
Sigmund Freud, Obras Completas, Biblioteca Nueva,
España, 1987, Cap CXLVI.
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