El tratamiento y
la comprensión del paciente según Alfred Adler
Por Lic. Moyano
Agustín Danilo
A.
Compresión del paciente
1. Métodos para la
comprensión
El camino que más confianza merece para la exploración de la
personalidad es una comprensión completa y amplia de: 1) los más antiguos
recuerdos de la infancia 2) la posición de niños en el orden de nacimientos 3)
los trastornos infantiles 4) los ensueños diurnos y nocturnos 5) la naturaleza
del factor exógeno que da origen a la enfermedad 6) actitud frente al médico.
De esta manera obtendremos el estilo de vida del individuo y
entenderemos, en caso de fracaso, el grado de desviación cuya naturaleza
resulta ser siempre la falta de capacidad para formar contactos. Hay que tener
en cuenta la opinión del individuo sobre su fin de superioridad o preeminencia,
la intensidad del sentimiento de inferioridad, el grado de interés social, y el
contexto social.
2. Empatía, intuición y adivinación
La visión del plan de vida del individuo se logra valiéndose
de la empatía intuitiva y artística. DE modo inintencional uno hace
comparaciones entre sí mismo y el enfermo, entre diferentes actitudes del mismo
enfermo o entre actitudes similares de distintos enfermos. Para dar orientación a nuestras observaciones
empleo tres recursos: 1) doy por sentado que el plan de vida se originó en
condiciones penosas, tales como alguna inferioridad orgánica, presión de la
familia, mimos, rivalidades o una tradición neurótica familiar, y dirijo mi
atención a las relaciones infantiles semejantes a los actuales síntomas. 2)
Supongo una ecuación en la cual el ideal de la personalidad es el factor
determinante de la neurosis y de acuerdo con ella anoto mi observación. 3)
Observación del máximo común denominador de todos los movimientos expresivos
aparentes.
3. Conducta expresiva y síntomas
La primera entrevista debe ser ya una prueba. Uno debe
evitar toda restricción y prescindir de reglas estrictas y mantenerse alerta en
aguda observación. No veo más que ventajas en no interrumpir los movimientos
del enfermo. Para el enfermo la entrevista es un problema social igual que el
encuentro con cualquier otra persona. Cada cual se presenta de acuerdo con su
propia ley de movimiento. La personas experta es capaz, a menudo, de saber algo
sobre el sentimiento social del paciente a la primera mirada.
He hallado de considerable utilidad no prestar atención
durante algún tiempo a las palabras y en cambio leer su más profunda intención
en su actitud y sus movimientos dentro del a situación. Al hacerlo así puede
notarse la aguda contradicción entre lo que se ve y las expresiones que se oyen
y reconocer claramente el sentido de los síntomas.
Hay que tener presente que el enfermo no tiene atisbo alguno
de sus propias formas de expresión y es incapaz, por lo tanto, de disfrazarlas
y disimular su verdadero yo. Vemos su personalidad revelada y en acción, no por
aquello que dice o piensa sobre si mismo, sino por sus actos interpretados en
su contexto. No es que el paciente quiera mentirnos deliberadamente, pero hemos
aprendido a reconocer que existe un abismo entre los pensamientos conscientes
del individuo y sus motivaciones inconscientes, y éste abismo sólo peude
salvarse pro la intervención de un extraño bien intencionado y simpatizante. El
extraño sea un psicólogo, un padre o un maestro, debe interpretar una
personalidad basándose en los hechos subjetivos vistos como la expresión del
esfuerzo más o menos intencionado, pero también más o menos inconsciente, del
individuo.
Miramos los síntomas como creaciones, como obras de arte; así,
cuando tratamos de probar algo a partir de un síntomas particular, sólo podemos
hacerlo como una parte única de un todo completo, esto es, debemos encontrar en
cada síntoma algo que se halla más profundamente situado que los signos
externos y visibles, algo que está subyacente a las reales manifestaciones y a
la forma de la queja misma, algo que es personal y enteramente individual. No
hay síntoma observado en dos casos distintos que tenga la misma significación.
Hay, sin embargo, una cosa que podemos admitir en todos los casos: un síntoma
está relacionado siempre con el esfuerzo del individuo para lograr el fin
escogido.
4. El componente orgánico
En la primera entrevista con el enfermo debemos asegurarnos
si se trata en realidad de una neurosis o de una enfermedad orgánica. Si no
sospechamos un trastorno orgánico podemos pasar a investigar las circunstancias
y el estilo de vida. Por otra parte si se trata de una perturbación orgánica
debemos tener en cuenta si las quejas y el sufrimiento son excesivos para la
enfermedad, y por lo tanto dilucidar si se trata de una combinación de
enfermedad psíquica y orgánica a la vez. Una enfermedad grave puede prolongarse
o incluso ser influida de manera fatal si el enfermo se pone pesimista o se
hace psicológicamente letárgico.
5. Comprobación de que se ha comprendido al enfermo
Para comprobar lo que he podido descubrir, comparo una
indicación con otra respecto de su justificación interna. Si siempre tenemos el
cuidado de comprobar cada una de las impresiones con las otras, no seremos
nunca desviados para ir a perdernos en meras generalizaciones.
En cuanto a las correcciones de las opiniones
neuropsiquiátricas recomiendo: a) Dejar aparte completamente el síntoma y la
necesida de la terapéutica por el momento y concentrarnos únicamente en la
personalidad del enfermo. Intentamos obtener información sobre él mismo,
exploramos su naturaleza, sus intenciones en la vida y sus actitudes frente a
las exigencias de la familia y de la sociedad. Pronto logramos un cuadro
bastante claro y preciso de las líneas que dibujan su carácter y podemos
ajustar a él los varios rasgos descubiertos. b) Buscamos una proposición dentro
de la cual se haga comprensible la conducta del enfermo. Si la proposición a
que hemos llegado es la correcta, encontraremos que el paciente mismo es la que
usa precisamente como punto de partida, a pesar de que no comprende su
significación. c) Preguntamos al enfermo
¿qué haría usted si estuviera completamente bien? Con toda seguridad nombrará
precisamente aquella demanda de la sociedad que habríamos pensado querría
evitar.
Trato de observar cuáles son las actividades del tipo que
normalmente podría pensarse que fueren ejercidas y que en cambio son excluidas
por el enfermo. El neurótico ha reunido siempre algunas razones más o menos
plausibles para escapar al desafío de la vida, pero no se da cuenta de lo que
está haciendo. d) lo correcto de los resultados se comprueba todavía si las
líneas guiadoras que hemos deducido de la naturaleza esencial del paciente nos
permiten comprender el síntoma como necesario y utilizable de algún modo
práctico.
Puesto que el esfuerzo para alcanzar una posición de
privilegio es la clave de toda la personalidad, debemos encontrarlo en cada uno
de los puntos de la psicología del individuo.
e)Podemos empezar donde queramos: toda expresión nos llevará
en la misma dirección, esto es, hacia el motivo único alrededor del cual se ha
edificado la personalidad.
f) Nos vemos provistos de una vasta cantidad de material;
cada palabra, pensamiento o sentimiento, cada gesto, contribuye a nuestra
comprensión. No podemos decidir definitivamente el significado de una expresión
hasta que podamos verla como una parte ajustada al todo, pero cada una de las
expresiones nos está gritando la misma cosa, cada una de ellas está llevándonos
aceleradamente hacia la solución.
B. Explicación al enfermo de sí mismo
1. La equivocación del enfermo
El esquema de apercepción del enfermo, evalúa todas las
impresiones como si fueran cuestiones fundamentales y las dicotomiza con toda
intención en arriba-abajo, vencedor-vencido, masculino-femenino, nada-todo,
etc. Este esquema de apercepción debe ser buscado siempre y descubierto como
inmaduro e insostenible pero apropiado al propósito de continua lucha.
Al mismo tiempo debe ser buscado y descubierto el
inalcanzable fin de superioridad, sobre todo el disimulo intencionado de ese
fin, el poder capaz de dominarlo todo y dirigirlo todo, de ese fin la falta de
libertad del enfermo y su hostilidad contra la humanidad que están determinados
por éste fin. Del mismo modo, hallamos la prueba, tan pronto como disponemos de
suficiente material, de que todos los rasgos neuróticos y todos los síntomas
sirven de medios para continuar por el camino trazado y hacer este camino más
seguro.
Mientras el enfermo no entienda este error, en tanto que
considere este mundo ficcional como el verdadero, mientras siga considerando
insufrible para su vanidad el mundo real y objetivo, continuará siendo un
neurótico. Si puede abandonar su sueño de un mundo irreal, un sueño que nació
de su vanidad, entonces, poco a poco, le será cada vez más asequible empezar a
sentirse a sí mismo como igual entre iguales y dependerá cada vez menos de la
opinión de los demás. Su ánimo se levantará también y su razón y “sentido común” crecerán y empezarán a dominar donde hasta
entonces se había dejado llevar por la ola de su “sentido privado”. La cura o
reorientación se consigue mediante la corrección del falso concepto del mundo y
la aceptación inequívoca de un cuadro objetivo y maduro del mundo real.
2. La ayuda al discernimiento
La exposición clara del sistema neurótico o plan de vida (o
estilo de vida) ante el enfermo, es el factor más importante de la terapéutica.
La razón de ello está en que el plan de vida en su totalidad, sólo puede
mantenerse intacto si el paciente logra substraerlo a su propia crítica y
comprensión. La revelación del plan de vida del neurótico se hace poco a poco
en una conversación libre, franca y amistosa, en la cual conviene siempre que
el enfermo tome la iniciativa. Me ha dado los mejores resultados siempre,
investigar la línea de operación del enfermo en todas sus expresiones y
pensamientos, para desenmascararla y al mismo tiempo adiestrar al paciente,
sin crearle perturbaciones a hacer lo
mismo.
El médico debe estar tan convencido de la exclusividad de
una sola línea de dirección neurótica, que será capaz de adelantar al enfermo
artificios y construcciones perturbadoras y encontrarlas confirmadas siempre,
pudiendo explicarlas hasta que el paciente, completamente sorprendido las
confiese, para poner enseguida otras nuevas y mejor escondidas, en su lugar. Es
imposible predecir cuántas veces va a ocurrir esto pero, finalmente, el enfermo
se rendirá y lo hará tanto más fácilmente cuanto más su relación con el médico
ha logrado que no se despierte el sentimiento de derrota. Precisamente porque
los artificios neuróticos se encuentran situados a lo largo del camino hacia el sentimiento de
inferioridad y de tal manera proporcionan estímulos e incentivo para mayores
precauciones. Tales errores, junto con su propósito, deben ser puestos ante la
vista del enfermo.
3. Explicación
Utilizo siempre el método más simple y más directo para el
tratamiento de mis neuróticos. Lo primero que tengo que hacer es atraérmele y
ponerme de su parte tanto como sea posible. Sólo de una manera gradual puedo
llevarlo a ponerse frente a frente con la verdad de lo que está haciendo. Es
insuficiente que el enfermo se dé cuenta del porqué de sus síntomas y su
situación actual, porque reconocer los principios generales de la Psicología
Individual no va a curarlo. Es fácil para el médico decir y para el paciente
creer que se dio a la bebida a causa de un sentimiento de inferioridad que se
originó en su infancia, pero de nada valdría toda esa fraseología. Lo que el
médico tiene que hacer realmente es captar la especial estructura y
desenvolvimiento de esa vida particular con tal precisión y expresarla con tal
lucidez que el paciente comprenda que se le entiende perfectamente y reconozca
su propio error. Una explicación real debe ser tan clara que el paciente
conozca y sienta se propia experiencia instantáneamente. Debe llevarse al paciente a un estado
sentimental en que le guste escuchar y desee comprender; sólo entonces puede
ser inclinado a vivir tal como ha entendido. Al principio hay que mantener una
gran reserva y es esencial captar lo más rápidamente posible el sistema
neurótico. Con alguna experiencia esto puede lograrse ordinariamente en el
primer día.
4. La curación real
El cambio real en la naturaleza del paciente, sólo puede
hacerlo él mismo, el enfermo no puede aprender nada de mí que él, que es el que
sufre, no entienda mucho mejor, una vez que haya reconocido su línea de vida.
Desde los mismos comienzos, el consultor debe tratar de poner
bien en claro que la responsabilidad de la curación es asunto del paciente,
como dice el proverbio inglés; “podéis llevar el caballo al abrevadero pero no
podéis hacer que beba”. El éxito siempre es del enfermo y no del terapeuta. El
terapeuta sólo puede señalar los errores, pero es el paciente el que debe
restaurar la verdad de la vida.
C.La relación terapéutica
1.Espero siempre del paciente la misma actitud que ha tomado
de acuerdo con su plan de vida, hacia las personas de su propio ambiente y aún más
precozmente frente a su familia. En el momento de su presentación al médico e
incluso, a menudo, antes, el paciente tiene el mismo sentimiento respecto de él
que hacia las personas importantes en general. El médico debe reconocer lo más
pronto la transferencia y la resistencia, porque sino en el interín el enfermo
puede dejar el tratamiento para continuar disfrutando de su recóndita
superioridad o se ha creado una situación insufrible por haberse agravado su
síntoma. El neurótico va al médico con ésta tendencia y la lleva otra vez
consigo después del tratamiento, pero considerablemente disminuida, más
semejante a la de una persona normal. El discernimiento mayor que posee ahora
de sí mismo, actúa como guardián sobre el enfermo y le obliga a encontrar
caminos más útiles para su deseo de estar arriba y a amortiguar su tendencia despreciativa.
La tendencia despreciativa puede presentarse de varias
formas: Expresiones de duda, críticas, olvidos, lentitud, cualquiera exigencia
especial del enfermo, recaída después de la mejoría inicial, silencio
persistente y también la terca retención de los síntomas. El terapeuta debe
reconocer las tendencias depreciativas para que no lo tomen por sorpresa.
Como el médico obstaculiza los esfuerzos neuróticos del
enfermo, el médico es mirado como un obstáculo, una obstrucción de la neurosis;
por lo tanto, el paciente intentará rebajar al médico, despojarlo de la
influencia y esconder a sus búsquedas el verdadero estado de cosas; el paciente
encontrará siempre nuevos rodeos y trucos contra el terapeuta. Especialmente
cuando progresa la mejoría, intentará el enfermo, con mayor energía, impedir el
éxito del tratamiento por la falta de puntualidad, la pérdida de tiempo o no
compareciendo a la consulta. Cuando hay una detención en la mejoría, existe
ordinariamente una atmósfera de paz y amistad, sólo que el síntoma neurótico
continúa. A veces sobreviene un período de marcada hostilidad, que, lo mismo
que todos los fenómenos de resistencia, solo puede ser neutralizado si la
atención del paciente es llevada de nuevo hacia la esencial semejanza de toda
su conducta.
La llamada resistencia es solamente falta de valor para
volver al lado útil del a vida. Esto mueve al paciente a oponer una defensa
contra el tratamiento por temor de que su relación con el psicólogo le
obligaría a alguna actividad útil en la cual sería derrotado. Por ésta razón no
debemos forzar nunca al enfermo, sino guiarlo muy suavemente hacia el camino
más fácil para que actúe en la utilidad. Si empleamos la fuerza, es seguro que
se escapará.
2. Desarmar al paciente
Es muy necesario que el enfermo no tenga ninguna punto de
apoyo desde donde atacar, el médico no puede caer en una posición desde la cuál
sea probado por el enfermo. Por ejemplo: nunca debe el médico prometer la curación
sino la posibilidad de curación. Uno de los mejores procedimientos es el de
atribuir el éxito y el trabajo de la terapéutica al enfermo, a cuya disposición
debemos ponernos de una manera amistosa como cooperadores.
Es necesario que el médico tenga una gran dosis de tacto,
renuncie a la autoridad superior, sea igualmente afable en toda ocasión,
aparezca abiertamente interesado y tenga sentimiento claro de que está frente a
un enfermo con el que no debe pelear, pero que en cambio está siempre dispuesto
a pelear con él.
“Hay que quitar el viento a las velas del paciente”. Hacer
que los medios anormales del neurótico aparezcan ineficaces, es el fin de toda
táctica psicoterápica.
El anunciar la posibilidad de una agravación de la
enfermedad en caso de desmayos, dolores o agorafobia, ahorra una gran cantidad
de trabajo puesto que los ataques por regla general no se presentan. Este hecho
corrobora nuestras ideas sobre el marcado negativismo de los neuróticos. El
mostrarse contento por un éxito parcial o enorgullecerse de él, sería un error;
la situación se agravaría pronto de nuevo. Es mejor, por lo tanto, dedicar un
manifiesto interés a las dificultades del enfermo con toda paciencia, sin
cansarse y de una manera calmosamente científica. Un principio básico para el
terapeuta es el de no permitir nunca que el enfermo le fuerce a representar un
papel superior, como el de padre, maestro o salvador, sin contradecirlo y
aclarar las cosas bien ante el enfermo. Estos intentos del paciente,
representan un comienzo del movimiento de su parte de rebajar, de la manera a
la cual a estado acostumbrado anteriormente, todas las personas que están por
encima de él y de éste modo prepararles un fracaso para tener un motivo de
depreciarlas. Insistir en mantener un derecho o un rango superior, es siempre
desventajoso con los enfermos neuróticos.
Es necesario un cuidado especial para convencer al enfermo,
para cualquier clase de ensayo mas o menos aventurado. Si ésta ocasión se
presenta, el consultor no debe decir nada a favor o en contra del proyecto
pero, desechando como cosa natural toda empresa generalmente peligrosa, debe
hacer constar solamente que, con todo y estar convencido del éxito, no está en
condiciones de juzgar con certeza si el paciente está debidamente preparado para
la aventura. El acicatear al enfermo antes de que haya adquirido un suficiente
interés social tendrá que ser pagado, generalmente con una agravación o
recurrencia de los síntomas.
Mi propia práctica es también la de nunca aconsejar el
matrimonio ni las relaciones libres porque encuentro que ello conduce siempre a
malos resultados. Un enfermo al que se le dice que conviene casarse o
procurarse alguna experiencia sexual, está siempre propenso a mostrar
impotencia.
En la cuestión de las ocupaciones podemos proceder con más
energía. Esto no significa requerir del enfermo que emprenda de un trabajo,
sino señalarle, simplemente, que actualmente está mejor preparado para ello o
para alguna otra ocupación y es capaz de lograr algo de éxito en ella.
Puede ser que el enfermo manifieste quejas contra su
familia. Esto debe ser previsto para poner muy en claro por adelantado que sus
familiares merecen reproches solamente porque él los provoca con su conducta y
que serán inmediatamente intachables tan pronto como él se sienta mejor y
además, que nadie debe esperar más conocimiento de las cosas de los familiares
de uno del que uno mismo posee además que él, bajo su propia responsabilidad,
ha empleado las influencias de los que le rodean como materiales para construir
su equivocado estilo de vida. Conviene también recordarle que sus padres, en el
caso de estar en falta, pueden apelar a los errores de sus propios padres y así
elevándose de generación en generación, de modo que en el verdadero sentido de
la palabra no puede echárseles la culpa.
Por otra parte encuentro siempre las relaciones hostiles de
la familia del enfermo hacia el médico, más bien ventajosas y algunas veces he
procurado provocarlas. Como generalmente la tradición de toda la familia del
paciente suele ser neurótica puede uno extraer gran beneficio para el paciente
de explicarle esto.
3. Despertar del interés social
La psicoterapia es un ejercicio en cooperación y una prueba
de cooperación. Solamente podemos tener éxito si estamos genuinamente
interesados en la otra persona. Debemos ser capaces de ver con sus ojos y oir
con sus oídos y él debe contribuir con su parte al entendimiento común. Debemos
elaborar sus actitudes y sus dificultades juntos. Incluso si nos convencemos de
que lo hemos entendido, no debemos darle testimonio de que estábamos en lo
cierto a menos que él lo haya comprendido. Una verdad con falta de tacto, nunca
puede ser toda la verdad; ello muestra que nuestra comprensión no era
suficiente. Debemos cooperar con el enfermo en encontrar sus errores tanto para
su propio beneficio como para bien de los demás.
Todos los casos de fracaso que hemos presenciado, se deben a
una falta de cooperación por lo tanto la cooperación, como el primer intento
serio y científicamente conducido de elevar el interés social es de importancia
máxima y desde el primer momento debemos tomar todas las medidas que puedan
contribuir a suscitar la cooperación del paciente con el médico. Evidentemente
todo esto es posible sólo si el enfermo se siente seguro con el médico.
La tarea del psicólogo es proporcionar al paciente la
experiencia del contacto con un semejante y en seguida hacerle capaz de
transferir este interés social despertado de nuevo a otras personas. Este
método de ganarse la buena voluntad del enfermo y luego transferirla a los que
lo rodean, es estrictamente análoga a la función de la madre, cuyo deber social
es interpretar la sociedad para el individuo. Si la madre fracasa en esto, es
muy probable que su deber venga a recaer mas tarde en el médico que está en condiciones
mucho peores que ella para esto. La madre posee la enorme ventaja de la
relación física y psicológica; ella representa la mayor experiencia de amor y
compañerismo que habrá tenido nunca el niño.
Para el psicólogo la primera regla es ganarse al enfermo; la
segunda es la de no preocuparse nunca de su propio éxito, porque si lo hace, lo
compromete hasta destruirlo. El terapeuta debe olvidar toda preocupación de sí
mismo y toda sensibilidad sobre su ascendencia y nunca exigir nada del enfermo.
Puesto que toma tardíamente el papel de la madre, debe actuar con la devoción
correspondiente por las necesidades del enfermo. El interés social del enfermo,
que siempre está presente en cierto grado, encuentra su mejor expresión en la
relación del mismo con el psicólogo.
El enfermo, en todas las circunstancias, ha de tener la
convicción de que, en relación con el tratamiento, es absolutamente libre.
Puede hacer lo que le plazca o no hacerlo, a su gusto.
4. Estímulo y animación del enfermo
El interés social por parte del terapeuta es lo que se suele
llamar “atmosfera de tolerancia”. La función de ésta expresión sería la de
disminuir el sentimeitno de inferioridad y de éste modo activar, al mismo
tiempo, el residuo de interés social que le restara al enfermo y llevarlo a un
estado de desarrollo adecuado. La activación del interés social puede tomarse
con la definición de Adler del estímulo y ánimo, puesto que iguala el ánimo o
valor con actividad más interés social.
Dirigimos la atención del tratamiento a errores, a las
posibilidades de curación e igualdad con los demás y también al bajo nivel
social de interés general pero no a defectos congénitos. Así, pues, en cada uno
de los pasos del tratamiento nunca debemos desviarnos del camino del ánimo del
enfermo, todos podemos hacerlo todo con la excepción de una obra excepcional.
5. El interés social en otras formas de psicoterapia
Enseñando al paciente que debe tomar la responsabilidad
completa de su conducta, el psicólogo hallará fácil prevenir que caiga en la
trampa de la transferencia positiva que parece prometerle una fácil e inmediata
satisfacción de sus deseos insatisfechos.
El mimar y consentir a un enfermo que está ya acostumbrado a
ser mimado (como sucede en la transferencia positiva), puede ser una manera de
ganarse afecciones, pero no podemos ayudar al enfermo ni mimándolo ni
impidiendo castigos. Debemos mostrarle el interés de un semejante a un
semejante; no hay más interés que no pueda ser más verdadero ni mas objetivo.
Lo que los freudianos llaman transferencia puede ser
discutido aparte de las implicaciones sexuales; se trata de interés social.
Nosotros estamos convencidos que la curación de los trastornos mentales reside
en el más simple, si bien más laborioso proceso, de hacer que el paciente
entienda sus propios errores.
D.Aspectos esenciales y técnicas del tratamiento
1. Duración y evaluación
Si el enfermo, en la primera visita, está en dudas sobre si
se someterá o no al tratamiento, es necesario permitirle que haga su decisión
en los primeros días siguientes.la pregunta usual sobre la duración del
tratamiento no es fácil de contestar y está justificada. Convendrá siempre para
mantener una puerta abierta al interés social insistir desde el principio en
que la duración del tratamiento depende de la cooperación del enfermo; que el
médico puede encontrar el plan de vida del paciente pero que debe esperar hasta
que el enfermo haya reconocido también su estilo de vida y sus errores. Puede
añadirse: “Si usted no está convencido de que estamos en el buen camino
cesaremos el tratamiento”. Cada entrevista debe considerar cuidadosamente si el
paciente entra en el camino de la cooperación.
2. Aspectos prácticos
La cuestión e los honorarios ocasiona frecuentemente
dificultades. El psicólogo debe hacer lo posible para estar dentro de los
honorarios acostumbrados; sin embargo, en interés del requerido sentimiento
social debe abstenerse de exigir honorarios excesivamente abultados,
especialmente si estos pueden ser muy onerosos para el enfermo. EL tratamiento
gratuito debe ser otorgado sin que el paciente piense que no se le da
importancia a su caso. El pago del tratamiento por adelantado o una vez
culminado con éxito no debe ser aceptado porque introduce artificialmente un
nuevo motivo en las relaciones entre el médico y su enfermo que hace el éxito
más difícil.
Todas las preguntas y dudas del paciente al principio deben
ser contestadas y arregladas inmediatamente y deben cumplirse estrictamente
porque el enfermo en su afán de superioridad empleará cualquier medio para
hacer fracasar el tratamiento.
Las exigencias o las esperanzas de cualquier clase,
perjudican siempre al tratamiento; incluso los más pequeños favores que el
enfermo ofrece a menudo, deben ser siempre reusados. Los regalos deben
rechazarse sin herir al paciente o bien diferir su aceptación hasta que el
tratamiento haya terminado. No deben hacerse invitaciones ni recibirlas del
enfermo, ni hacer salidas juntos durante el tratamiento.
Al tratar con los padres y familiares del enfermo nunca hay
que criticar; hay que describir el caso como digno de tomarse en cuenta y nunca
como perdido, incluso cuando uno no se sienta inclinado a ocuparse de él y
aceptarlo. En un caso absolutamente perdido, puede ser que haya circunstancias
que exijan afirmar la verdad. Cuando, en el curso del tratamiento, se presentan
dificultades claramente excesivas, resulta conveniente declararse uno mismo
incapaz de llevar bien el caso y recomendar al enfermo a otros que puedan ser
mas hábiles.
Bibliografía
Heinz Ansbacher, La psicología individual de Alfred Adler, Troquel,
Argentina, 1959, Pags 403-429.