lunes, 22 de abril de 2013

El tratamiento y la comprensión del paciente según Alfred Adler



El tratamiento y la comprensión del paciente según Alfred Adler
Por Lic. Moyano Agustín Danilo
A.      Compresión del paciente

1.  Métodos para la comprensión
El camino que más confianza merece para la exploración de la personalidad es una comprensión completa y amplia de: 1) los más antiguos recuerdos de la infancia 2) la posición de niños en el orden de nacimientos 3) los trastornos infantiles 4) los ensueños diurnos y nocturnos 5) la naturaleza del factor exógeno que da origen a la enfermedad 6) actitud frente al médico.
De esta manera obtendremos el estilo de vida del individuo y entenderemos, en caso de fracaso, el grado de desviación cuya naturaleza resulta ser siempre la falta de capacidad para formar contactos. Hay que tener en cuenta la opinión del individuo sobre su fin de superioridad o preeminencia, la intensidad del sentimiento de inferioridad, el grado de interés social, y el contexto social.

2. Empatía, intuición y adivinación
La visión del plan de vida del individuo se logra valiéndose de la empatía intuitiva y artística. DE modo inintencional uno hace comparaciones entre sí mismo y el enfermo, entre diferentes actitudes del mismo enfermo o entre actitudes similares de distintos enfermos.  Para dar orientación a nuestras observaciones empleo tres recursos: 1) doy por sentado que el plan de vida se originó en condiciones penosas, tales como alguna inferioridad orgánica, presión de la familia, mimos, rivalidades o una tradición neurótica familiar, y dirijo mi atención a las relaciones infantiles semejantes a los actuales síntomas. 2) Supongo una ecuación en la cual el ideal de la personalidad es el factor determinante de la neurosis y de acuerdo con ella anoto mi observación. 3) Observación del máximo común denominador de todos los movimientos expresivos aparentes.

3. Conducta expresiva y síntomas
La primera entrevista debe ser ya una prueba. Uno debe evitar toda restricción y prescindir de reglas estrictas y mantenerse alerta en aguda observación. No veo más que ventajas en no interrumpir los movimientos del enfermo. Para el enfermo la entrevista es un problema social igual que el encuentro con cualquier otra persona. Cada cual se presenta de acuerdo con su propia ley de movimiento. La personas experta es capaz, a menudo, de saber algo sobre el sentimiento social del paciente a la primera mirada.
He hallado de considerable utilidad no prestar atención durante algún tiempo a las palabras y en cambio leer su más profunda intención en su actitud y sus movimientos dentro del a situación. Al hacerlo así puede notarse la aguda contradicción entre lo que se ve y las expresiones que se oyen y reconocer claramente el sentido de los síntomas.
Hay que tener presente que el enfermo no tiene atisbo alguno de sus propias formas de expresión y es incapaz, por lo tanto, de disfrazarlas y disimular su verdadero yo. Vemos su personalidad revelada y en acción, no por aquello que dice o piensa sobre si mismo, sino por sus actos interpretados en su contexto. No es que el paciente quiera mentirnos deliberadamente, pero hemos aprendido a reconocer que existe un abismo entre los pensamientos conscientes del individuo y sus motivaciones inconscientes, y éste abismo sólo peude salvarse pro la intervención de un extraño bien intencionado y simpatizante. El extraño sea un psicólogo, un padre o un maestro, debe interpretar una personalidad basándose en los hechos subjetivos vistos como la expresión del esfuerzo más o menos intencionado, pero también más o menos inconsciente, del individuo.
Miramos los síntomas como creaciones, como obras de arte; así, cuando tratamos de probar algo a partir de un síntomas particular, sólo podemos hacerlo como una parte única de un todo completo, esto es, debemos encontrar en cada síntoma algo que se halla más profundamente situado que los signos externos y visibles, algo que está subyacente a las reales manifestaciones y a la forma de la queja misma, algo que es personal y enteramente individual. No hay síntoma observado en dos casos distintos que tenga la misma significación. Hay, sin embargo, una cosa que podemos admitir en todos los casos: un síntoma está relacionado siempre con el esfuerzo del individuo para lograr el fin escogido.

4. El componente orgánico
En la primera entrevista con el enfermo debemos asegurarnos si se trata en realidad de una neurosis o de una enfermedad orgánica. Si no sospechamos un trastorno orgánico podemos pasar a investigar las circunstancias y el estilo de vida. Por otra parte si se trata de una perturbación orgánica debemos tener en cuenta si las quejas y el sufrimiento son excesivos para la enfermedad, y por lo tanto dilucidar si se trata de una combinación de enfermedad psíquica y orgánica a la vez. Una enfermedad grave puede prolongarse o incluso ser influida de manera fatal si el enfermo se pone pesimista o se hace psicológicamente letárgico.

5. Comprobación de que se ha comprendido al enfermo
Para comprobar lo que he podido descubrir, comparo una indicación con otra respecto de su justificación interna. Si siempre tenemos el cuidado de comprobar cada una de las impresiones con las otras, no seremos nunca desviados para ir a perdernos en meras generalizaciones.
En cuanto a las correcciones de las opiniones neuropsiquiátricas recomiendo: a) Dejar aparte completamente el síntoma y la necesida de la terapéutica por el momento y concentrarnos únicamente en la personalidad del enfermo. Intentamos obtener información sobre él mismo, exploramos su naturaleza, sus intenciones en la vida y sus actitudes frente a las exigencias de la familia y de la sociedad. Pronto logramos un cuadro bastante claro y preciso de las líneas que dibujan su carácter y podemos ajustar a él los varios rasgos descubiertos. b) Buscamos una proposición dentro de la cual se haga comprensible la conducta del enfermo. Si la proposición a que hemos llegado es la correcta, encontraremos que el paciente mismo es la que usa precisamente como punto de partida, a pesar de que no comprende su significación. c)  Preguntamos al enfermo ¿qué haría usted si estuviera completamente bien? Con toda seguridad nombrará precisamente aquella demanda de la sociedad que habríamos pensado querría evitar.
Trato de observar cuáles son las actividades del tipo que normalmente podría pensarse que fueren ejercidas y que en cambio son excluidas por el enfermo. El neurótico ha reunido siempre algunas razones más o menos plausibles para escapar al desafío de la vida, pero no se da cuenta de lo que está haciendo. d) lo correcto de los resultados se comprueba todavía si las líneas guiadoras que hemos deducido de la naturaleza esencial del paciente nos permiten comprender el síntoma como necesario y utilizable de algún modo práctico.
Puesto que el esfuerzo para alcanzar una posición de privilegio es la clave de toda la personalidad, debemos encontrarlo en cada uno de los puntos de la psicología del individuo.
e)Podemos empezar donde queramos: toda expresión nos llevará en la misma dirección, esto es, hacia el motivo único alrededor del cual se ha edificado la personalidad.
f) Nos vemos provistos de una vasta cantidad de material; cada palabra, pensamiento o sentimiento, cada gesto, contribuye a nuestra comprensión. No podemos decidir definitivamente el significado de una expresión hasta que podamos verla como una parte ajustada al todo, pero cada una de las expresiones nos está gritando la misma cosa, cada una de ellas está llevándonos aceleradamente hacia la solución.

B. Explicación al enfermo de sí mismo

1. La equivocación del enfermo
El esquema de apercepción del enfermo, evalúa todas las impresiones como si fueran cuestiones fundamentales y las dicotomiza con toda intención en arriba-abajo, vencedor-vencido, masculino-femenino, nada-todo, etc. Este esquema de apercepción debe ser buscado siempre y descubierto como inmaduro e insostenible pero apropiado al propósito de continua lucha.
Al mismo tiempo debe ser buscado y descubierto el inalcanzable fin de superioridad, sobre todo el disimulo intencionado de ese fin, el poder capaz de dominarlo todo y dirigirlo todo, de ese fin la falta de libertad del enfermo y su hostilidad contra la humanidad que están determinados por éste fin. Del mismo modo, hallamos la prueba, tan pronto como disponemos de suficiente material, de que todos los rasgos neuróticos y todos los síntomas sirven de medios para continuar por el camino trazado y hacer este camino más seguro.
Mientras el enfermo no entienda este error, en tanto que considere este mundo ficcional como el verdadero, mientras siga considerando insufrible para su vanidad el mundo real y objetivo, continuará siendo un neurótico. Si puede abandonar su sueño de un mundo irreal, un sueño que nació de su vanidad, entonces, poco a poco, le será cada vez más asequible empezar a sentirse a sí mismo como igual entre iguales y dependerá cada vez menos de la opinión de los demás. Su ánimo se levantará también y su razón y “sentido común”  crecerán y empezarán a dominar donde hasta entonces se había dejado llevar por la ola de su “sentido privado”. La cura o reorientación se consigue mediante la corrección del falso concepto del mundo y la aceptación inequívoca de un cuadro objetivo y maduro del mundo real.

2. La ayuda al discernimiento
La exposición clara del sistema neurótico o plan de vida (o estilo de vida) ante el enfermo, es el factor más importante de la terapéutica. La razón de ello está en que el plan de vida en su totalidad, sólo puede mantenerse intacto si el paciente logra substraerlo a su propia crítica y comprensión. La revelación del plan de vida del neurótico se hace poco a poco en una conversación libre, franca y amistosa, en la cual conviene siempre que el enfermo tome la iniciativa. Me ha dado los mejores resultados siempre, investigar la línea de operación del enfermo en todas sus expresiones y pensamientos, para desenmascararla y al mismo tiempo adiestrar al paciente, sin  crearle perturbaciones a hacer lo mismo.
El médico debe estar tan convencido de la exclusividad de una sola línea de dirección neurótica, que será capaz de adelantar al enfermo artificios y construcciones perturbadoras y encontrarlas confirmadas siempre, pudiendo explicarlas hasta que el paciente, completamente sorprendido las confiese, para poner enseguida otras nuevas y mejor escondidas, en su lugar. Es imposible predecir cuántas veces va a ocurrir esto pero, finalmente, el enfermo se rendirá y lo hará tanto más fácilmente cuanto más su relación con el médico ha logrado que no se despierte el sentimiento de derrota. Precisamente porque los artificios neuróticos se encuentran situados  a lo largo del camino hacia el sentimiento de inferioridad y de tal manera proporcionan estímulos e incentivo para mayores precauciones. Tales errores, junto con su propósito, deben ser puestos ante la vista del enfermo.

3. Explicación
Utilizo siempre el método más simple y más directo para el tratamiento de mis neuróticos. Lo primero que tengo que hacer es atraérmele y ponerme de su parte tanto como sea posible. Sólo de una manera gradual puedo llevarlo a ponerse frente a frente con la verdad de lo que está haciendo. Es insuficiente que el enfermo se dé cuenta del porqué de sus síntomas y su situación actual, porque reconocer los principios generales de la Psicología Individual no va a curarlo. Es fácil para el médico decir y para el paciente creer que se dio a la bebida a causa de un sentimiento de inferioridad que se originó en su infancia, pero de nada valdría toda esa fraseología. Lo que el médico tiene que hacer realmente es captar la especial estructura y desenvolvimiento de esa vida particular con tal precisión y expresarla con tal lucidez que el paciente comprenda que se le entiende perfectamente y reconozca su propio error. Una explicación real debe ser tan clara que el paciente conozca y sienta se propia experiencia instantáneamente.  Debe llevarse al paciente a un estado sentimental en que le guste escuchar y desee comprender; sólo entonces puede ser inclinado a vivir tal como ha entendido. Al principio hay que mantener una gran reserva y es esencial captar lo más rápidamente posible el sistema neurótico. Con alguna experiencia esto puede lograrse ordinariamente en el primer día.

4. La curación real
El cambio real en la naturaleza del paciente, sólo puede hacerlo él mismo, el enfermo no puede aprender nada de mí que él, que es el que sufre, no entienda mucho mejor, una vez que haya reconocido su línea de vida.
Desde los mismos comienzos, el consultor debe tratar de poner bien en claro que la responsabilidad de la curación es asunto del paciente, como dice el proverbio inglés; “podéis llevar el caballo al abrevadero pero no podéis hacer que beba”. El éxito siempre es del enfermo y no del terapeuta. El terapeuta sólo puede señalar los errores, pero es el paciente el que debe restaurar la verdad de la vida.

C.La relación terapéutica

1.Espero siempre del paciente la misma actitud que ha tomado de acuerdo con su plan de vida, hacia las personas de su propio ambiente y aún más precozmente frente a su familia. En el momento de su presentación al médico e incluso, a menudo, antes, el paciente tiene el mismo sentimiento respecto de él que hacia las personas importantes en general. El médico debe reconocer lo más pronto la transferencia y la resistencia, porque sino en el interín el enfermo puede dejar el tratamiento para continuar disfrutando de su recóndita superioridad o se ha creado una situación insufrible por haberse agravado su síntoma. El neurótico va al médico con ésta tendencia y la lleva otra vez consigo después del tratamiento, pero considerablemente disminuida, más semejante a la de una persona normal. El discernimiento mayor que posee ahora de sí mismo, actúa como guardián sobre el enfermo y le obliga a encontrar caminos más útiles para su deseo de estar arriba y a amortiguar su tendencia despreciativa.
La tendencia despreciativa puede presentarse de varias formas: Expresiones de duda, críticas, olvidos, lentitud, cualquiera exigencia especial del enfermo, recaída después de la mejoría inicial, silencio persistente y también la terca retención de los síntomas. El terapeuta debe reconocer las tendencias depreciativas para que no lo tomen por sorpresa.
Como el médico obstaculiza los esfuerzos neuróticos del enfermo, el médico es mirado como un obstáculo, una obstrucción de la neurosis; por lo tanto, el paciente intentará rebajar al médico, despojarlo de la influencia y esconder a sus búsquedas el verdadero estado de cosas; el paciente encontrará siempre nuevos rodeos y trucos contra el terapeuta. Especialmente cuando progresa la mejoría, intentará el enfermo, con mayor energía, impedir el éxito del tratamiento por la falta de puntualidad, la pérdida de tiempo o no compareciendo a la consulta. Cuando hay una detención en la mejoría, existe ordinariamente una atmósfera de paz y amistad, sólo que el síntoma neurótico continúa. A veces sobreviene un período de marcada hostilidad, que, lo mismo que todos los fenómenos de resistencia, solo puede ser neutralizado si la atención del paciente es llevada de nuevo hacia la esencial semejanza de toda su conducta.
La llamada resistencia es solamente falta de valor para volver al lado útil del a vida. Esto mueve al paciente a oponer una defensa contra el tratamiento por temor de que su relación con el psicólogo le obligaría a alguna actividad útil en la cual sería derrotado. Por ésta razón no debemos forzar nunca al enfermo, sino guiarlo muy suavemente hacia el camino más fácil para que actúe en la utilidad. Si empleamos la fuerza, es seguro que se escapará.

2. Desarmar al paciente
Es muy necesario que el enfermo no tenga ninguna punto de apoyo desde donde atacar, el médico no puede caer en una posición desde la cuál sea probado por el enfermo. Por ejemplo: nunca debe el médico prometer la curación sino la posibilidad de curación. Uno de los mejores procedimientos es el de atribuir el éxito y el trabajo de la terapéutica al enfermo, a cuya disposición debemos ponernos de una manera amistosa como cooperadores.
Es necesario que el médico tenga una gran dosis de tacto, renuncie a la autoridad superior, sea igualmente afable en toda ocasión, aparezca abiertamente interesado y tenga sentimiento claro de que está frente a un enfermo con el que no debe pelear, pero que en cambio está siempre dispuesto a pelear con él.
“Hay que quitar el viento a las velas del paciente”. Hacer que los medios anormales del neurótico aparezcan ineficaces, es el fin de toda táctica psicoterápica.
El anunciar la posibilidad de una agravación de la enfermedad en caso de desmayos, dolores o agorafobia, ahorra una gran cantidad de trabajo puesto que los ataques por regla general no se presentan. Este hecho corrobora nuestras ideas sobre el marcado negativismo de los neuróticos. El mostrarse contento por un éxito parcial o enorgullecerse de él, sería un error; la situación se agravaría pronto de nuevo. Es mejor, por lo tanto, dedicar un manifiesto interés a las dificultades del enfermo con toda paciencia, sin cansarse y de una manera calmosamente científica. Un principio básico para el terapeuta es el de no permitir nunca que el enfermo le fuerce a representar un papel superior, como el de padre, maestro o salvador, sin contradecirlo y aclarar las cosas bien ante el enfermo. Estos intentos del paciente, representan un comienzo del movimiento de su parte de rebajar, de la manera a la cual a estado acostumbrado anteriormente, todas las personas que están por encima de él y de éste modo prepararles un fracaso para tener un motivo de depreciarlas. Insistir en mantener un derecho o un rango superior, es siempre desventajoso con los enfermos neuróticos.
Es necesario un cuidado especial para convencer al enfermo, para cualquier clase de ensayo mas o menos aventurado. Si ésta ocasión se presenta, el consultor no debe decir nada a favor o en contra del proyecto pero, desechando como cosa natural toda empresa generalmente peligrosa, debe hacer constar solamente que, con todo y estar convencido del éxito, no está en condiciones de juzgar con certeza si el paciente está debidamente preparado para la aventura. El acicatear al enfermo antes de que haya adquirido un suficiente interés social tendrá que ser pagado, generalmente con una agravación o recurrencia de los síntomas.
Mi propia práctica es también la de nunca aconsejar el matrimonio ni las relaciones libres porque encuentro que ello conduce siempre a malos resultados. Un enfermo al que se le dice que conviene casarse o procurarse alguna experiencia sexual, está siempre propenso a mostrar impotencia.
En la cuestión de las ocupaciones podemos proceder con más energía. Esto no significa requerir del enfermo que emprenda de un trabajo, sino señalarle, simplemente, que actualmente está mejor preparado para ello o para alguna otra ocupación y es capaz de lograr algo de éxito en ella.
Puede ser que el enfermo manifieste quejas contra su familia. Esto debe ser previsto para poner muy en claro por adelantado que sus familiares merecen reproches solamente porque él los provoca con su conducta y que serán inmediatamente intachables tan pronto como él se sienta mejor y además, que nadie debe esperar más conocimiento de las cosas de los familiares de uno del que uno mismo posee además que él, bajo su propia responsabilidad, ha empleado las influencias de los que le rodean como materiales para construir su equivocado estilo de vida. Conviene también recordarle que sus padres, en el caso de estar en falta, pueden apelar a los errores de sus propios padres y así elevándose de generación en generación, de modo que en el verdadero sentido de la palabra no puede echárseles la culpa.
Por otra parte encuentro siempre las relaciones hostiles de la familia del enfermo hacia el médico, más bien ventajosas y algunas veces he procurado provocarlas. Como generalmente la tradición de toda la familia del paciente suele ser neurótica puede uno extraer gran beneficio para el paciente de explicarle esto.

3. Despertar del interés social
La psicoterapia es un ejercicio en cooperación y una prueba de cooperación. Solamente podemos tener éxito si estamos genuinamente interesados en la otra persona. Debemos ser capaces de ver con sus ojos y oir con sus oídos y él debe contribuir con su parte al entendimiento común. Debemos elaborar sus actitudes y sus dificultades juntos. Incluso si nos convencemos de que lo hemos entendido, no debemos darle testimonio de que estábamos en lo cierto a menos que él lo haya comprendido. Una verdad con falta de tacto, nunca puede ser toda la verdad; ello muestra que nuestra comprensión no era suficiente. Debemos cooperar con el enfermo en encontrar sus errores tanto para su propio beneficio como para bien de los demás.
Todos los casos de fracaso que hemos presenciado, se deben a una falta de cooperación por lo tanto la cooperación, como el primer intento serio y científicamente conducido de elevar el interés social es de importancia máxima y desde el primer momento debemos tomar todas las medidas que puedan contribuir a suscitar la cooperación del paciente con el médico. Evidentemente todo esto es posible sólo si el enfermo se siente seguro con el médico.
La tarea del psicólogo es proporcionar al paciente la experiencia del contacto con un semejante y en seguida hacerle capaz de transferir este interés social despertado de nuevo a otras personas. Este método de ganarse la buena voluntad del enfermo y luego transferirla a los que lo rodean, es estrictamente análoga a la función de la madre, cuyo deber social es interpretar la sociedad para el individuo. Si la madre fracasa en esto, es muy probable que su deber venga a recaer mas tarde en el médico que está en condiciones mucho peores que ella para esto. La madre posee la enorme ventaja de la relación física y psicológica; ella representa la mayor experiencia de amor y compañerismo que habrá tenido nunca el niño.
Para el psicólogo la primera regla es ganarse al enfermo; la segunda es la de no preocuparse nunca de su propio éxito, porque si lo hace, lo compromete hasta destruirlo. El terapeuta debe olvidar toda preocupación de sí mismo y toda sensibilidad sobre su ascendencia y nunca exigir nada del enfermo. Puesto que toma tardíamente el papel de la madre, debe actuar con la devoción correspondiente por las necesidades del enfermo. El interés social del enfermo, que siempre está presente en cierto grado, encuentra su mejor expresión en la relación del mismo con el psicólogo.
El enfermo, en todas las circunstancias, ha de tener la convicción de que, en relación con el tratamiento, es absolutamente libre. Puede hacer lo que le plazca o no hacerlo, a su gusto.

4. Estímulo y animación del enfermo
El interés social por parte del terapeuta es lo que se suele llamar “atmosfera de tolerancia”. La función de ésta expresión sería la de disminuir el sentimeitno de inferioridad y de éste modo activar, al mismo tiempo, el residuo de interés social que le restara al enfermo y llevarlo a un estado de desarrollo adecuado. La activación del interés social puede tomarse con la definición de Adler del estímulo y ánimo, puesto que iguala el ánimo o valor con actividad más interés social.
Dirigimos la atención del tratamiento a errores, a las posibilidades de curación e igualdad con los demás y también al bajo nivel social de interés general pero no a defectos congénitos. Así, pues, en cada uno de los pasos del tratamiento nunca debemos desviarnos del camino del ánimo del enfermo, todos podemos hacerlo todo con la excepción de una obra excepcional.

5. El interés social en otras formas de psicoterapia
Enseñando al paciente que debe tomar la responsabilidad completa de su conducta, el psicólogo hallará fácil prevenir que caiga en la trampa de la transferencia positiva que parece prometerle una fácil e inmediata satisfacción de sus deseos insatisfechos.
El mimar y consentir a un enfermo que está ya acostumbrado a ser mimado (como sucede en la transferencia positiva), puede ser una manera de ganarse afecciones, pero no podemos ayudar al enfermo ni mimándolo ni impidiendo castigos. Debemos mostrarle el interés de un semejante a un semejante; no hay más interés que no pueda ser más verdadero ni mas objetivo.
Lo que los freudianos llaman transferencia puede ser discutido aparte de las implicaciones sexuales; se trata de interés social. Nosotros estamos convencidos que la curación de los trastornos mentales reside en el más simple, si bien más laborioso proceso, de hacer que el paciente entienda sus propios errores.

D.Aspectos esenciales y técnicas del tratamiento

1. Duración y evaluación
Si el enfermo, en la primera visita, está en dudas sobre si se someterá o no al tratamiento, es necesario permitirle que haga su decisión en los primeros días siguientes.la pregunta usual sobre la duración del tratamiento no es fácil de contestar y está justificada. Convendrá siempre para mantener una puerta abierta al interés social insistir desde el principio en que la duración del tratamiento depende de la cooperación del enfermo; que el médico puede encontrar el plan de vida del paciente pero que debe esperar hasta que el enfermo haya reconocido también su estilo de vida y sus errores. Puede añadirse: “Si usted no está convencido de que estamos en el buen camino cesaremos el tratamiento”. Cada entrevista debe considerar cuidadosamente si el paciente entra en el camino de la cooperación.

2. Aspectos prácticos
La cuestión e los honorarios ocasiona frecuentemente dificultades. El psicólogo debe hacer lo posible para estar dentro de los honorarios acostumbrados; sin embargo, en interés del requerido sentimiento social debe abstenerse de exigir honorarios excesivamente abultados, especialmente si estos pueden ser muy onerosos para el enfermo. EL tratamiento gratuito debe ser otorgado sin que el paciente piense que no se le da importancia a su caso. El pago del tratamiento por adelantado o una vez culminado con éxito no debe ser aceptado porque introduce artificialmente un nuevo motivo en las relaciones entre el médico y su enfermo que hace el éxito más difícil.
Todas las preguntas y dudas del paciente al principio deben ser contestadas y arregladas inmediatamente y deben cumplirse estrictamente porque el enfermo en su afán de superioridad empleará cualquier medio para hacer fracasar el tratamiento.
Las exigencias o las esperanzas de cualquier clase, perjudican siempre al tratamiento; incluso los más pequeños favores que el enfermo ofrece a menudo, deben ser siempre reusados. Los regalos deben rechazarse sin herir al paciente o bien diferir su aceptación hasta que el tratamiento haya terminado. No deben hacerse invitaciones ni recibirlas del enfermo, ni hacer salidas juntos durante el tratamiento.
Al tratar con los padres y familiares del enfermo nunca hay que criticar; hay que describir el caso como digno de tomarse en cuenta y nunca como perdido, incluso cuando uno no se sienta inclinado a ocuparse de él y aceptarlo. En un caso absolutamente perdido, puede ser que haya circunstancias que exijan afirmar la verdad. Cuando, en el curso del tratamiento, se presentan dificultades claramente excesivas, resulta conveniente declararse uno mismo incapaz de llevar bien el caso y recomendar al enfermo a otros que puedan ser mas hábiles.

Bibliografía
Heinz Ansbacher, La psicología individual de Alfred Adler, Troquel, Argentina, 1959, Pags 403-429.